viernes, 12 de abril de 2013

SEXTA JORNADA (11-Abril-2013)

PELÍCULA  "LA HORA DE LOS HORNOS"
 
 
COMENTARIO PREVIO, PRESENTACIÓN
 
“La hora de los hornos” (Argentina, 1968) es, sin duda, la película más importante de las realizadas por el Grupo Liberación, dirigido por Fernando E. Solanas. En su primera parte, titulada “Neocolonialismo y violencia”, se analizan las relaciones entre las elites de la oligarquía agraria y la burguesía urbana nacionales con los intereses del capital foráneo y, más concretamente, norteamericano. En el contexto de la Argentina de los años sesenta, marcado por la emergencia de lo que se dio en llamar “Nueva Izquierda” argentina, la alianza entre el arte y la política alcanzará un creciente grado de radicalización. Influida por el éxito cubano del foquismo guerrillero, la teología de la liberación, la teoría de la dependencia (nota 1 al final) y el antiimperialismo latinoamericano, esa Nueva Izquierda, en sus diferentes versiones, vería en el retorno de Perón a la Argentina la promesa de un giro histórico hacia la patria socialista.
 
Desde el año 1967 la Revolución Argentina  -así se autoproclamó la dictadura de Juan Carlos Onganía tras su llegada al poder en 1966-  implantó una política socioeconómica que no hizo sino reavivar y reafirmar los discursos antiimperialistas de la izquierda. El denominado proceso de “reorganización económica” alentó sistemáticamente las inversiones de capital extranjero en el país en unas condiciones sumamente favorables para sus intereses, que confluían con los de la burguesía nacional (nota 2). A esas medidas hay que sumar las condiciones ventajosas que el régimen impuso para fortalecer la posición económica de las clases altas mediante la acumulación y concentración del capital en oligopolios privados e instituciones afines a estos. En su descripción del régimen de Onganía como “estado burocrático autoritario”, Guillermo O´Donnell explicaba que la burguesía argentina apoyó la dictadura no tanto debido a una supuesta complicidad ideológica cuanto como vía de escape a la crisis económica que afectaba al país. La burguesía pretendió que el régimen orientara el rumbo de la nación en el sentido que ella deseaba, ante el temor que en esta clase social suscitaban procesos ligados a la acción de las clases populares, que solo se vio incrementado cuando el discurso anticapitalista, populista y antiimperialista confluyó en las aspiraciones revolucionarias que alimentaron la rebelión social a partir de la segunda mitad de los sesenta y durante el primer lustro de los setenta (nota 3).
 
Según se deduce de reconstrucciones históricas de la militancia revolucionaria en Argentina durante esas décadas, como la llevada a cabo por Eduardo Anguita y Martín Caparrós, esas esperanzas de cambio convergerían en los años siguientes -aglutinando desde sectores próximos al marxismo a incluso algunos procedentes de la tradición radical- en la esperanza del regreso de Juan Domingo Perón al país. Con independencia de la valoración que cada formación hiciera de la primera presidencia de Perón, de la fiabilidad que les suscitara y del modo en que trataran de reconducir las aspiraciones políticas del General, no podían dejar de reconocer la poderosa atracción que su figura ejercía sobre las masas populares. El propio Perón se encargó de alentar las expectativas que él mismo defraudaría al dar la espalda, tras su regreso en 1973, a las organizaciones partidarias de la revolución socialista, mediante gestos como la carta escrita poco después de la muerte del Ché Guevara. Desde su residencia en Puerta de Hierro (Madrid, España), Perón realizó este gesto, uno entre otros, destinado a instrumentalizar estratégicamente a la militancia revolucionaria para que ésta acabara con el régimen al que él sucedería en el poder. Con gran maestría estratégica se apropiaba de la retórica de resistencia de la época para declamar:
 
“Con profundo dolor he recibido la noticia de una irreparable pérdida para la causa de los pueblos que luchan por su liberación. Quienes hemos abrazado este ideal, nos sentimos hermanados con todos aquellos que en cualquier lugar del mundo y bajo cualquier bandera luchan contra la injusticia, la miseria y la explotación. Nos sentimos hermanados con todos los que con valentía y decisión enfrentan la voracidad insaciable del imperialismo, que con la complicidad de las oligarquías apuntaladas por militares títeres del Pentágono mantienen a los pueblos oprimidos [...] Hoy ha caído en esa lucha, como un héroe, la figura joven más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica: ha muerto el comandante Ernesto Ché Guevara [...]  Su muerte me desgarra el alma porque era uno de los nuestros, quizás el mejor: un ejemplo de conducta, desprendimiento, espíritu de sacrificio, renunciamiento [...]” (nota 4).
 
Para concluir, Perón realizaba un explícito alegato de la revolución socialista, una opción política que ni antes ni después de 1967 trataría de implementar cuando ostentó el poder. El peronismo se había constituido como uno de los movimientos políticos más importantes del siglo XX en América Latina gracias a su oportunismo de corte nacionalpopulista y su incesante búsqueda de un pacto social. Además de por la constante censura del comunismo -los partidos comunista y socialista habían criticado tradicionalmente a Perón, apoyando incluso el golpe que lo derrocó-, el peronismo se había caracterizado hasta ese momento por una indefinición ideológica de gran pragmatismo, donde “la realidad [era] más importante que la idea”. En efecto, la forma de entender la política de Perón siempre estaría más próxima al discurso pronunciado el primero de mayo de 1944, cuando afirmaba su propósito consensual de “suprimir la lucha de clases suplantándola por un acuerdo justo entre obreros y patrones al amparo de la justicia que emana del Estado” (nota 5), que a la impostada perorata de su homenaje al Ché Guevara.
 
En todo caso, este señalamiento no invalida la radicalidad y el interés de experiencias que, como el Cine Liberación, supieron articular el compromiso político por la transformación socialista de la realidad argentina y continental con la experimentación vanguardista heredera de las prácticas estéticas que, durante la primera mitad del siglo XX, habían desbordado el campo autónomo del arte en beneficio de la búsqueda de circuitos de comunicación alternativos que materializaran el deseo de artistas y cineastas por incidir sobre los procesos revolucionarios en curso. “La hora de los hornos” circuló en numerosos espacios contraculturales y políticos de la “Nueva Izquierda”, convirtiéndose en un auténtico acontecimiento de la cultura clandestina bajo la dictadura. Además de los referentes clásicos del montaje político, en la película se aprecia una concepción situada de la práctica artística que presenta elementos comunes con la obra de cineastas europeos y norafricanos con los que los integrantes de Cine Liberación tuvieron contacto directo durante su estancia en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma. Allí, los intercambios intercontinentales habilitaron durante los sesenta y los setenta la posibilidad de dar forma a un nuevo cine decolonial del que la película que vamos a ver es uno de sus ejemplos más logrados.
 
NOTAS CITADAS:
 
(1) La "teoría de la dependencia", elaborada por diversos economistas y sociólogos marxistas de América Latina (Theotonio Dos Santos, Andre Gunder Frank, Ruy Mauro Marini, Celso Furtado, Enzo Faletto, Fernando Henrique Cardoso) entre los años cincuenta y setenta del pasado siglo, cifraba en el binomio centro-periferia las relaciones de poder económico que los países desarrollados mantenían con los no-desarrollados y daba cuenta del modo en que tales relaciones se reproducían en el interior de estos últimos. La teoría, impulsada durante sus primeras décadas por el argentino Raúl Prebisch, dispuso de un foro de discusión, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), con sede en Santiago de Chile.

 
(2) “Una devaluación del peso en un 50%, junto a otras medidas permisivas, hizo de Argentina una auténtica mina de la que extraer ganancias rápidas y con poco riesgo. Fueron años en los que al país afluyeron inversores y especuladores, preferentemente norteamericanos, atraídos por la ´bicoca`”. Alejandro García, La crisis argentina: 1966-1976. Notas y documentos sobre una época de violencia política, Murcia, Universidad de Murcia, 1994, pág. 22.
 
(3) Cfr. Guillermo O´Donnell, El Estado burocrático autoritario: triunfos, derrotas y crisis, Buenos Aires, Belgrano, 1996, págs. 14-61.
 
(4) E. Anguita y M. Caparrós, La voluntad. Una historia de la militancia revolucionaria en la Argentina. Tomo 1, 1966-1969. El valor del cambio, Op. cit., pág. 271.
 
(5) Cfr. Alejandro García, La crisis argentina: 1966-1976. Notas y documentos sobre una época de violencia política. Op. cit., pág. 12.
 

PARA AMPLIAR INFORMACIÓN:
http://www.elortiba.org/hornos.html#La_vida_del_hombre_transcurre_entre_lo_deseable_y_lo_posible  

LA PELÍCULA
 
Argentina, 1968  -  Dirigida por Gettino y Solanas
 
Este film dura más de cuatro horas, y está dividido en tres partes:
 
 1- "Neocolonialismo y violencia" (parte de duración 1:25:05 y que compartimos en la Jornada)
 2- "Acto para la liberación", dividido a su vez en dos grandes partes:
          "Crónica del peronismo (1945-1955)" y
          "Crónica de la resistencia (1955-1966)"
 3- "Violencia y liberación".
 
Para enlazar en este blog, hemos encontrado en Youtube esa primera parte que fue proyectada en la Jornada, y también una opción de película completa cuyo visionado no ha sido comprobado en su totalidad. Enlazamos con ambas opciones, y en caso de ulterior problema no hay más que teclear en el buscador de Youtube LA HORA DE LOS HORNOS: